Hay que aprender a leer la naturaleza, es una práctica que las últimas generaciones hemos perdido, pero que en el mundo antiguo sabían bien comprender.
Es innegable que las estaciones del año condicionan nuestros estados de ánimo, y no me refiero en nada a la Astrología (pseudociencia), sino a cuestiones biogeográficas y psicológicas que tienen bases sólidas en sus argumentos.
Por ejemplo, en otoño e invierno se producen cambios anímicos en los individuos en relación a los cambios estacionales, por la respuesta del cerebro a la disminución de la luz y la relación con algunas hormonas claves en la regulación de los ciclos de sueño-vigilia, energía y estado de ánimo, como son la melatonina y la serotonina, ocasionando depresiones, cansancio, estrés, migraña, ansiedad, etc.
El otoño y el invierno son muy propicios para que aumenten emociones como la tristeza, la nostalgia y la soledad. De esta manera podría parecer que la llegada de la primavera supone un verdadero alivio para esas personas con tendencia a la angustia y a la depresión, porque la primavera se presenta como una estación para la alegría, la vuelta a las actividades sociales y el amor.
Observa los amaneceres y los atardeceres, el follaje de los árboles, los pastizales, su información cromática nos indicará el ánimo generalizado de las especies.
DER
velvetfusca@hotmail.com
@Velvetfusca